miércoles, 6 de agosto de 2008

Palma y petróleo


Por Alfredo Molano Bravo

El Espectador, 12 de Abril de 2008

LA PALMA AFRICANA O ACEITERA SE ha extendido por el país como verdolaga en playa. No hay departamento que no tenga su lote de oleaginosa en producción o esté en vías un proyecto de palmarización a ultranza. Donde haya tierras planas y calientes aptas, sean de quien sean, baldías u ocupadas, por ricos o por pobres, por campesinos o por indígenas, el proyecto llega.
El latifundio ha sufrido una transformación radical y acelerada. Las tierras que producían sorgo, algodón, arroz, se volvieron ganaderas con la primera apertura, diseñada por Gaviria-Hommes. Una “reconversión” que fortaleció la ya poderosa Federación de Ganaderos. Pero cuando la noticia de la crisis del petróleo se popularizó y los biocombustibles saltaron al escenario, las vacas cedieron su sitio a las palmas.
Detrás hubo, por supuesto, una ardua y sangrienta labor de limpieza de malquerientes del progreso, y los paramilitares fueron contratados para “asegurar” las zonas y defender las nuevas inversiones. La reconversión no paró ahí: siguió y siguió expulsando y expropiando a quienes se resistieran al futuro. Cinco millones de hectáreas pasaron a manos de los narcos. Los nuevos patrones que lavaban sus dólares con tierra, pusieron luego a producir sus tierras con palma. Tras las motosierras, que servían tanto para hacer escrituras como para tumbar rastrojeras y montañas, llegaron los testaferros, los tinterillos, los abogados, los notarios, los alcaldes, los senadores, los topógrafos, los ingenieros y los agrónomos, todos a hacer patria: a dejar la tierra nivelada, sin árboles, sin troncos, cruzada de vías y de canales de drenaje y, sobre todo, sin gente. Parecía como si a todos los hacendados les hubiera dado por construir aeropuertos.

El curso de las aguas fue cambiado para desecar tierras bajas, y así, humedales, ciénagas y playones pudieran ser apropiados y agregados a los gigantescos globos de tierra debidamente cuadriculados por filas de palma. Los vecinos pequeños de las palmeras vendían o vendían; los grandes, se asociaban. O también vendían. De la noche a la mañana —es decir, a partir de 2000— la palma se tomó las mejores tierras en las zonas calientes y comenzó a derrotar a las vacas y a casarse con los ganaderos.

El día de mañana se verá que tal proyecto tenía, como tiene, dos secretos gemelos: el narcotráfico que traía los dólares y los paramilitares que fungían —para usar el lenguaje académico de moda— como autoridades y fuerzas de ley. Sobre estas bases se ha echado a andar el proyecto de biocombustibles, enmarcado por una política petrolera que consistió en la progresiva privatización de Ecopetrol, cuya condición fue el debilitamiento a tiros de la Unión Sindical Obrera y que tuvo a su vez como requisito la liquidación de sus bases sociales a sangre y fuego.

La toma de Barranca por los paramilitares entre 1998 y 2002 está viva aún. Hoy, pues, Ecopetrol, sobre tales fundamentos históricos, diseña una macropolítica bioenergética que incluye la construcción de una gigantesca planta de transformación de corozo de palma en combustible. No creo que semejante estrategia haya sido craneada en una oficina por un equipo. Quizás ha sido más bien la convergencia de resultados y “positivos”, muchos improvisados y algunos hasta de buena fe.

Pero el hecho concreto hoy es que el agotamiento de las fuentes fósiles de energía —que tiene que ver tanto con la escasez física de petróleo como con factores políticos— se busca resolver con los biocombustibles y la privatización de la política energética. En todos los países de la región la tendencia es idéntica: el cultivo de palma, maíz transgénico, caña para etanol y jatropha están expandiéndose a una velocidad diabólica.

La selvas, las pocas que quedan en pie, están siendo abatidas, y los cultivos propiamente alimenticios arrinconados. El objetivo final es bajar el costo de los combustibles pagando un precio ambiental y social elevadísimo, porque también esa nueva economía entrará en crisis por una oleada de sobreoferta que hoy se prepara con tanta violencia como irresponsabilidad.

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